miércoles, 9 de diciembre de 2015

Cómo se siente al desconectarse por un año.

Hoy os contaré mi experiencia sobre mi desconectividad con las redes sociales por este largo periodo de tiempo, pero antes, os pondré en situación:

Desde mis tempranas primaveras ya era notable mi actitud introvertida; en parbulario pasaba todos los patios sola, hundida en mis pensamientos y apartada de la gente, eso sí, siempre con una sonrisa dibujada de oreja a oreja sobre el rostro. En primaria comencé a darme cuenta de que era la única niña de la clase que no tenía una mejor amiga, y en mis últimos años de este ciclo, descubrí lo que me hacía destacar entre los demás; mi originalidad. Sí, he dicho originalidad, no creatividad (más me gustaría tenerla). En el instituto las cosas se iban torciendo; perdí a casi todos mis amigos de primaria, mas me gané un buen puñado de gente que pensaba que recorrerían conmigo la montaña rusa de aventuras y desventuras que es la adolescencia fielmente, quienes me hacían sentir alguien importante. Ese año también descubrí el arte de la escritura a través de fanfics que dejaban mucho que desear, mas por algo siempre se empieza.

Internet llenaba ese constante sentimiento de vacío en mí que había cargado durante mi corta existencia, y no fue hasta el segundo año de secundaria, cuando me mudé a la capital dejando atrás a mis raíces isleñas, que se convirtió en mi mejor e inseparable amigo. Wattpad, Facebook, Youtube, estas redes sociales eran los pilares que sujetaban mi día a día, el cual consistía en dibujar mis personajes favoritos de anime, mirar anime, escribir fanfiction, leer fanfiction y compartir mis sentimientos con desconocidos que también querían saber sobre mí. El año comenzó mejorable respecto a situación social: compartía un lado de mi personalidad divertida con otra chica, la cual me introdujo en su grupo social formado de 4 amigas que aprobaban mi presencia, mas despreciaban mi personalidad y actitud ante la vida. Pero no fue hasta que mis ojos vieron las notas del primer trimestre de aquella institución privada en que esas tres relaciones distantes y una más o menos bien llevada no fueron suficientes. Perdía conexión con mis amigos de mi ciudad de origen al mismo tiempo en que me adentraba más y más en Internet, hasta llegar al punto de estar más de seis horas diarias conectada en las redes, siempre estando presente y ganándome relaciones. Mantenía relación con gente que me comprendía y, por primera vez, me escucharon, y no sólo eso, también me ayudaron.

No quiero entrar en detalles en lo duro que fue aquel año escolar para mí, ni en cuánto deseé que el año acabase para volver a mi lugar de origen durante las vacaciones de verano. En esa temporada, estuve 2 meses desconectada de mis redes sociales, y unos problemas familiares agravaron aún más el tema. En el tercer curso de secundaria, ya de vuelta a la estresante ciudad, mi desorden alimenticio con el que llevaba batallando un año empeoró, y mi día a día consistía nada más que en pensamientos sobre comida, lo que llevó a que perdiese la motivación, energía y mi lado que tantos amigos se había conseguido a lo largo de mi vida: la faceta divertida, original y la creatividad que había ido ganando terreno. Abandoné YouTube, y con él los vídeos que grababa con mis antiguos amigos, mis historias, amigos de Internet, todo.

Me sentía cansada, estresada y cargando el peso de la rutina sobre mis hombros. Exhausta, rara, en otros zapatos... ¿Qué me estaba ocurriendo?

Mi respuesta fue hallada hoy mismo: escribiendo este mismo apartado sobre mí. Mi cuerpo, mi mente, añoraba y necesitaba la capacidad de simplemente estar presente en Internet, de expresarme, de escribir, de crear. Ya había perdido toda esperanza: no tenía inspiración, y de seros sincera, aún me falta. Había creado un bloque imaginario en mi mente que no me permitía disfrutar de algo tan simple pero maravilloso como escribir. Después de visionar con lágrimas de nostalgia todos los vídeos que había grabado desde los once años, acompañada de la felicidad y de mis amigos, algo me indicaba de que necesitaba volver a aquellos tiempos, en donde nada ni nadie me podía borrar ese trazo curvado llamado sonrisa. Era feliz, pero de verdad.

Si estás realizando tu actividad favorita, ya sea skate, escribir, dibujar, bailar, cantar... ¡Lo que sea! cuando lo hagas limítate a eso, y no pienses en nada más. Recuerda que nuestros hobbies son nuestras vías de escape, y tener un hobbie y estar rodeado de buena gente te ayudarán a desarrollar una mentalidad sana.

Y es que eso fue lo que me faltó, no fue ni Internet, ni los amigos, ni los dieces en Lengua lo que añoraba, sino esa mentalidad de aquella niña de nueve años que siempre le sonreía a la vida incluso en las peores tormentas; la mentalidad de una persona feliz.





No hay comentarios:

Publicar un comentario